miércoles, 13 de enero de 2010

Úteros artificiales en un bravo nuevo mundo



He acabado de leer la novela “Un mundo feliz” (A brave new world), de Aldous Huxley. Me ha gustado mucho. Creo que literariamente es muy buena y que plantea numerosos e interesantes debates éticos e intelectuales. Pero lo que más me ha sorprendido ha sido la gran capacidad de Huxley para predecir el futuro. Escribió la novela en cuatro meses de 1.931. En ella imaginaba cómo sería la sociedad dentro de 600 años. (Después de escribir esta entrada he leído el prólogo de Huxley a la novela, escrito 15 años después, y me admiro aún más de su lucidez, pues intuyó que los cambios se iban a producir mucho más rápido de lo que estimaba entonces).

Pienso que sólo 80 años después ha acertado en muchísimas cosas. La tendencia humana hacia la comodidad y la huida del dolor han llegado en los países desarrollados en la actualidad a los niveles descritos en la novela. El miedo exagerado al dolor, dicen los psicólogos, es una de las causas de muchas de las neurosis modernas. Apenas se habla de la muerte y cada vez se esconde más, y la religión va teniendo menos protagonismo en la vida de los ciudadanos. Este papel central de la religión está siendo sustituido por los entretenimientos modernos: el deporte (piénsese en el abrumador poder de seducción del fútbol a nivel planetario), las sesiones interminables de baile y música repetitiva en las discotecas, las drogas (el “soma” y el “Sucedáneo de Pasión Violenta” de la novela), los espectáculos multisensoriales con tramas de escasa profundidad (piénsese en la reciente irrupción del cine en tres dimensiones y la próxima difusión de la televisión en 3D, en los videojuegos interactivos y en los avances en realidad virtual), el consumismo desaforado, etc. El sexo es cada vez más considerado principalmente como un ejercicio lúdico (en la novela está totalmente desvinculado de la reproducción y de la afectividad y su práctica se promueve desde la infancia) y la promiscuidad en las relaciones es común en nuestra sociedad (hasta las mujeres son cada vez más “neumáticas”, como se dice en la novela, gracias a todo tipo de implantes en pechos, culos, labios, etc.). En la sociedad utópica de la novela se huye de los sentimientos y afectos profundos y duraderos: las relaciones sentimentales son fugaces y sólo mantenidas por la pasión sexual (en nuestra sociedad muchas personas manifiestan esta opción vital). La educación corre cada vez menos a cargo de la familia y cada vez más a cargo del Estado, las grandes empresas y la publicidad. Los mensajes “hipnopédicos” de la novela, implantados en la mente del niño durante el sueño, los envían en la actualidad los anuncios y las insinuaciones sutiles (o no tanto) de las series de televisión o las películas. Por supuesto, en la novela, el vínculo más intenso posible entre dos personas, la relación padres-hijos, es eliminado por peligroso para la estabilidad emocional de los individuos y la paz social (la simple mención de la palabra “madre” es considerada la mayor de las obscenidades).

Precisamente de la predicción biológica más importante de la novela es de la que trata esta entrada: la de que los fetos son mantenidos desde la concepción hasta su nacimiento en úteros artificiales. En la novela, diversos tratamientos químicos durante esta etapa dan lugar a las distintas castas de individuos (la creación de estas castas es actualmente cada vez más posible, gracias a técnicas como la manipulación genética, la selección de embriones o la clonación), destinados a realizar diferentes tareas.

En 1.997, el Dr. Yoshinori Kuwabara, profesor de ginecología de la Universidad de Juntendo (Japón), y su grupo de colaboradores desarrollaron un útero artificial capaz de incubar fetos de cabra. Mantuvieron con vida a fetos durante más de tres semanas, hasta el final de su período de gestación, en un recipiente de plástico diseñado a tal efecto. El útero artificial diseñado por el Dr. Kuwabara consistía en un recipiente de plástico transparente lleno de líquido amniótico a temperatura corporal y conectado con una serie de dispositivos para las funciones vitales. El feto se encontraba sumergido en el recipiente donde se reemplazaba el oxígeno y se limpiaba su sangre con una máquina de diálisis conectada a su cordón umbilical. Sin embargo, algunos de los fetos de cabra sólo sobrevivieron unos pocos días.

En 2.007, científicos japoneses crearon un “útero” para incubar en sus primeros días óvulos fertilizados artificialmente. Actualmente, los embriones humanos surgidos de fertilización in vitro (FIV) son mantenidos en “microgotas”, una mezcla de aceite mineral y fluido de cultivo, para evitar que se sequen. Pero ese mecanismo está lejos de igualar las condiciones que provee el útero humano. Los embriones fertilizados artificialmente suelen crecer mucho más despacio en las microgotas, comparados con los embriones concebidos naturalmente. En la última edición de New Scientist Magazine, investigadores de Japón indicaron que diseñaron un chip de 2 mm de ancho y 0.5 mm de alto que, según explicaron, simula mejor las condiciones del útero natural. Los embriones frescos sometidos a FIV son colocados en los chips, descansan en una membrana de células uterinas cultivadas, y, una vez que están listos para pegarse ellos mismos a la pared del útero, son reinsertados en la matriz materna. El equipo de Teruo Fujii, de la Universidad de Tokio, experimentó con embriones de ratones y halló que aquellos criados en chips crecieron más rápido que los que fueron colocados en microgotas. El 80% de los embriones mantenidos dentro de los chips estuvieron listos para ser colocados en el útero en 72 horas, mientras que sólo el 20% de los que permanecieron en microgotas llegaron a ese estadio en la misma cantidad de tiempo. Con todo, los óvulos mantenidos dentro de ratones hembras siguieron teniendo la mejor respuesta. Un 90% de ellos estuvieron listos para llegar al útero en 72 horas.

Científicos estadounidenses crearon otro útero artificial según el mismo principio en 2.008, a partir de prototipos con células extraídas de cuerpos femeninos. Las células femeninas fueron obtenidas del endometrio, es decir, de las paredes del útero, para posteriormente "cultivarlas" en laboratorio con la ayuda de hormonas. Luego, los investigadores hicieron crecer extractos de esas células en un material especial biodegradable modelando la forma del interior de un útero. En esta etapa se agregaron al tejido los embriones fruto de fertilizaciones in vitro anteriores, para interrumpir su desarrollo a los seis días a causa de las normas de Estados Unidos sobre la reproducción in vitro. Sin embargo, los científicos del Centro para la medicina reproductiva y la infertilidad de la universidad de Cornell están decididos a seguir avanzando, ya que están empeñados en hacer crecer los embriones hasta el período máximo de 14 días previsto por la ley.

En el otro extremo, un feto puede sobrevivir fuera de la madre en incubadoras a partir de la semana 22. Quedan por crear las herramientas que permitirán reunir los dos extremos del desarrollo embrionario y fetal: unos mecanismos que reproducirán artificialmente las funciones naturales realizadas durante nueve meses por el útero y la placenta.

Henri Atlan, biólogo y bioético, ha publicado un libro sobre el tema: "El útero artificial", de ediciones Seuil de Francia, en el que anuncia que el siglo XXI verá nacer el útero artificial y la ectogenésis, el embrión desarrollado fuera del organismo materno.

Según el diario español "El País", Atlan calcula que todavía tendrán que pasar unos cincuenta años o más, aunque la puesta a punto del útero artificial parece inevitable. Esta técnica, desarrollada en un principio por motivos terapéuticos como parte de los tratamientos contra la esterilidad, los abortos repetidos o para la protección de los grandes prematuros, permitirá desarrollar una nueva forma de procreación artificial, ajena a la mujer.

Sin dudas, el debate social será inmenso. La problemática será muy compleja porque se tratará de una nueva forma de concebir la vida. Las mujeres tendrán la libertad de tener niños y niñas sin pasar por el embarazo ni el parto. Atlan asegura que muchas mujeres optarán por este método y que será muy difícil impedir la popularización de la ectogenésis, como lo fue la de los métodos anticonceptivos y el aborto. Muchas de las personas que han leído el libro se cuestionan si ya se habla de poshumanidad, pero Atlan asegura que todas las investigaciones no conducen a esa etapa. El ser humano sigue formando parte de la naturaleza. No puede dejar de hacerlo. La especie siempre ha evolucionado a través de sus técnicas, de la medicina, de su hábitat. Cómo hacer que la fabricación de niñas y niños sea menos dolorosa y cómo controlar los nacimientos han sido siempre grandes cuestiones de la humanidad. El útero artificial no hace más que proseguir estas investigaciones. La gran pregunta quizás sea si desaparecerá el vínculo carnal entre la madre y el bebé, si cambiará la relación entre los adultos y los niños. ¿Serán niñas y niños “externalizados”?

Otros autores plantean preguntas similares. "El útero es un lugar oscuro y peligroso, un medio ambiente lleno de riesgos", escribió hace 25 años Joseph Fletcher, profesor de ética médica de la Universidad de Virginia. "Querríamos que nuestros posibles hijos estuvieran donde pudieran ser vigilados y protegidos lo más posible", dijo Fletcher.

Pero sabemos que el feto en desarrollo responde a los latidos del corazón de la madre, sus emociones, sus estados de ánimo y sus movimientos. ¿Nos arriesgaríamos a producir seres emocionalmente incapaces de conectarse y ser plenamente humanos? ¿Cómo incidirá esto en el concepto de responsabilidad de los padres? ¿Los padres se sentirán menos apegados a su descendencia y llegarán a pensar en un bebé más como un objeto que como una prolongación de su ser? ¿Cuál será el nuevo status de la mujer, desvinculada de su papel central en la reproducción?


“ TABLA LXXIX

Reproducción de la voz MADRE del diccionario de Cerolang, predicho para el año 2.190, con un margen de error de 5 años (según Zwiebulin y Courdlebye).

MADRE: n. f. 1. MÁquina DRagaminas Espacial atómica. MADRECILLA: idem., tam. de bols., prod. ileg., us. princip. por secuest., terr., maf., gang., drogad., loc., band., chantaj., pervert., y otros. MADRISA: idem, con gas hilarant. MADROÑA: idem, muy usada. MÁDRULA: idem, con brújula. MADRULITA: bomba de nitr. con substr. explos. de litio. MADRUNA: con blind. de isótop. de uranio, nitrógeno y argón (U. N. A.) oc. infec. indeleb. en radio de 1 milla. MADRUNCIA: con carga de 1 onza de uranio (U 235). 2. Mujer que ha dado a luz (arcaic., no se usa).”*

*(tomado del libro “Un valor imaginario”, de Stanislaw Lem).